jueves, 19 de marzo de 2015

A casa, siempre a casa




son las diez y veinticinco de la noche. acabo de llegar a casa después de casi cuarenta horas de haberme ido de acá. no dormí. trabajé mucho y arduamente pensando en que no pasan las alondras asadas al alcance de la mano. diez horas, me fue bien. a las siete me encontré con un ex colega de mi padre. claro que yo no lo recuerdo, a mi padre quiero decir. la última vez que lo vi era una nena de dos años y me regaló una casita de caños para armar. y tampoco sé bien cómo hice para educarme -hay algo que excede el conocimiento del amor parental para disociarse- dentro del no-sufrimiento por no tener un padre o un apellido paterno, un Algo que te arraigue definitivamente hacia otro ser humano.

me encontré con un ex colega de mi padre, otro periodista. nos habíamos visto en otras ocasiones. desde que empecé a hacer una especie de búsqueda formal y con un poco de sentido, encontré a varios ex colegas. la mayoría me trató muy bien. y estuvieron dispuestos a ayudarme. tomé café vino champagne y cerveza con ellos, fui a bares, a citas de media hora, a almuerzos elegantes y a cenas de cinco horas, fui a cocinar a la casa de uno, a grabar las voces de una historia que ni siquiera sé cuánto podría pertenecerme. me reí con todos. algunos fueron más encantadores. y sexys. y todos me trataron como si supieran exactamente que yo era la hija de quien decía ser. o, es decir, o mejor dicho, todos me trataron como se trata a una hija.
hoy me encontré con uno de ellos. a tomar una cerveza y charlar de cómo estoy, cómo está, contarnos cosas acerca de los libros que cada uno va a publicar. y no soy de ningún equipo de fútbol, o mejor, el espíritu de boca me gusta. y este hombre que podría ser mi padre es de boca y compartió con mi padre mucho tiempo más del que jamás voy a compartir. unos años, nada más. y nos quedamos en un bar del centro viendo a river jugar , y nos reímos, y todo el bar es de river menos nosotros que compartimos el secreto de desear la humillación ajena, de unirnos con cada palo rebote o travesaño. le repito que seguro perú empata, que nos quedamos todo el partido. y de repente sí, de la nada el gol aleccionador y nos miramos con ojos grandes y me habla de su hijo con adoración, que lo va a llamar para poder compartir con él también ese pequeño triunfo un poco idiota, casi, pero nimiedad exigua que logra la afinidad. y de nuevo, me habla de su hijo con adoración.


¿es casi el logro de un recuerdo que no existe lo más parecido a un lazo filial?


pienso en cuando mañana me pregunten "qué hiciste anoche" y responda "estuve mirando el partido de river con un amigo de mi papá".






1 comentario:

Irrlivre dijo...

qué sería el lazo filial? las respuestas varían si las responde una madre o un padre.
en definitiva las personas nos parecemos, más o menos.