miércoles, 4 de junio de 2014

sobre las separaciones ajenas

estoy sentada en el bar de la estación de micros tomando cerveza con maní con cáscara, para pelar. alguien pide mi celular para conectarse a través de la red wi fi. es un acto incomprensible la gravedad de las telecomunicaciones.
a la izquierda se sentó una pareja. él usa una gorra de lana de colores y con actitud hostil pide una budweiser. ella está sentada enfrente de él. desde acá puedo verle las alpargatas blancas y la expresión de tristeza disimulada.
las estaciones se salpican de desencuentros. las partidas muchas veces indican finales trascendentales. estamos siendo manipulados por partidas propias o ajenas. hay algo que es tan difícil mover de un lugar a otro. esperar que te tomes un micro que te lleve lejos y no te devuelva.
¿es permanente este deseo? ¿algo que me mantenga en la quietud de una isla impermeable? ¿cómo es que el silencio es una orilla desteñida?
la curiosidad es un arma difícil de manipular, pienso mientras dialogo internamente con la pareja que tengo a mi izquierda y promuevo la representación solidaria. los miro desde mi mesa y todo es confusión estridente. la contradicción de resolver el pasado para no dejar nada en claro o despejar dudas y rencores.

no me muero de amor. éste es el momento en que no me muero de amor. nadie le mostrará una foto a mis hijos diciendo "ésta era tu madre cuando fumaba porro o estaba enamorada". nadie va a mover una finalización porque no va a haber hijos ni va a haber amor.
creo que tengo que parar.
lo escucho al gorra-de-lana y se quiebra una afinidad, un cielo.
la verdad revelada no será mantenida adentro de frascos de oro. cuando piensa en lo que no fue es porque lo que no va a ser se verá perpetuado hasta el olvido. no va a volver a pisar la arritmia del corazón enfurecido. no va a volver a creer en lo que no existe. no decanta simplemente la evidencia, se aprovecha impune desde las entrañas. exaltación de la disidencia. la cerveza que milita en el fondo del vaso es espontánea. esto es lo que está pasando todo el tiempo y de a ratos hay formas de esquivar el peligro latente: ver un atardecer aparcado, con una bici alquilada y desistir en la posibilidad de un diálogo. con un hacha filosa desde la orilla opuesta, es una visión que aproxima lo suficiente a la realidad. la certeza de que lo que no es suyo no puede serlo nunca porque no quiere algo que sea suyo.

está ahí, mirando el atardecer desde la ruta subida a una playera verde y lo que aparece en sus manos es un hacha filosa oxidada y el deseo de aniquilar todo alrededor.